Una melodía, una canción,
un amor, una chica, un corazón roto. Así era como Emily iba emparentado todas
las palabras que le pasaban por la cabeza, sin poder dejar de pensar en la escena
que la dejó helada, sin palabras, por primera vez se sentía cobarde, por
primera vez se sentía perdida, se sentía desterrada del mundo del amor,
era igual que como aquella vez en que
Dios hecho a Adam y a Eva del paraíso, ella se veía igual que Eva, pero sin
Adam, como si solo Dios la hubiera desterrado a ella y a nadie más, ahora le
tocaba vivir sola.
Habían pasado varias horas desde que Emily salió corriendo, encerrándose en su propio mundo. Entonces su móvil sonó con una
música estridente, con pocas ganas empezó a buscar el origen de esta hasta encontrarse con su móvil, sin mirar quien llamaba contestó:
-¿Si?
-¡Emily! ¿Dónde estás? –
una voz femenina hablaba desde el otro lado de la línea telefónica.
-¿Anna? – dijo la chica rubia,
todo fregándose los ojos
.
-Sí soy yo ¿O acaso ya te
olvidaste de mí?
Emily no contestó, se
quedó muda escuchando como su amiga empezaba a hablar muy deprisa diciendo
palabras sin sentido, o eso es lo que ella creía, ya que a medida de que los
segundos avanzaban dejaba de prestar atención a lo que esa voz le decía.
-Emily… -el tono de su
amiga ahora era diferente, era más calmado, más dulce –Mi pequeña ¿Qué te
sucedió?
-Nada…
De repente la llamada se
colgó, Emily se quedó sorprendida ¿Se cortó o es que su amiga se enfadó? Lo que
le faltaba ¿Por qué tenía que ser tan ruda con la gente que quería? De nuevo su
lindo rostro se vio sumergido entre lágrimas. Entonces unos suaves y frágiles
brazos, la abrazaron por la espalda, ya
sabía quién era, y sin ni siquiera girarse dijo:
-Anna… ¿Cómo me
encontraste?
-¿Tú qué crees? Te
conozco demasiado – y le dedico una sonrisa a su querida amiga llorona de pelo
rubio.
Emily no pudo evitar
empezar a llorar desesperadamente mientras que su amiga la abrazaba con ternura, no lo podía evitar, gritaba de rabia pero al mismo momento quería
desaparecer y unirse con la oscuridad, pero había algo que no permitía que eso
sucediera, y era ni más ni menos, que esa chica llamada Anna, tan tierna y
sonriente que siempre estaba a su lado apoyándola.
Anna dejó de abrazar a su
amiga, se levantó y le dio la mano:
-Vamos.
Emily acepto, y se
levantó, cogió la mano de su amiga, y empezaron a andar, los pasos de Anna eran decididos, estaban llenos de seguridad, la joven rubia solo se limitaba a seguirla y la miraba con
curiosidad.
Anna se paró de repente,
y entonces Emily se quedó sorprendida al ver el lugar donde habían llegado, un
ambiente relajado y un paisaje hermoso se alzaba delante de las dos chicas,
entonces la chica rubia observó el bello rostro de su amiga, congeniaba
perfectamente con ese hermoso paisaje, su pelo azul danzaba con el ritmo del
viento, sus ojos aguamarina eran iluminados por la luz del sol, todo su ser
desprendía una gran fuerza.
La chica del pelo azul
empezó a cantar una pequeña y dulce canción, sus ojos se dirigieron en busca de
los de su amiga, ahora le brillaban más. Ahora cantaba más fuerte, expresaba en
esa melodía todos sus sentimientos, su mirada cada vez se volvía más fuerte y
más sincera, y sus bellos ojos se clavaban en los ojos azules de Emily.
-Solo con pensar que te
sientes mal, que tu corazón empieza a llorar sin previo aviso, aunque intentes ocultar tus verdaderos
sentimientos en el fondo de tu corazón,
de esa forma no lo podrás despejar, no podrás alcanzar la luz ¿No crees que es
mejor llorar cuando quieras llorar? Yo estaré contigo entonces, no estás sola.
La voz de Anna iba aumentando por momentos, así como los sentimientos que
expresaba, sonrisas se dibujan en el rostro de esas hermosas chicas, una
lloraba de la felicidad, la otra le cogía la mano en forma de comprensión, y la
canción dulce continuaba, cada vez sonaba más alta.
-Por eso acepta la
tristeza de vez en cuando, aunque ahora tu corazón este nublado, un día saldrá
el sol, no hay nada que temer, siempre habrá alguien que sin falta estará a tu
lado, vamos ánimo, espero que algún día tengas el coraje de reírte conmigo de
todo esto, no estás sola, por eso de vez en cuando puedes soportar el dolor,
todo este dolor seguro que te hará más fuerte, no estás sola, comparte-lo
conmigo.
La canción y las sonrisas
de las chicas se unían con el canto de los pájaros, con el sonido de las aguas
bellas del río y con el viento que rozaba los lindos rostros de aquellas dos
damas.
Un chico solo a la luz
del atardecer, los débiles rayos del sol dejaban ver con timidez la figura
perfecta de Alan, estaba observando con lágrimas a los ojos como el anochecer
se apoderaba de su ciudad, al igual que la oscuridad invadía su débil corazón.
El chico con pasos lentos e indecisos se dirigía el lugar donde para él estaba
prohibido entrar, allí era donde habitaba la delicia más exquisita, la chica
que hacía que su diminuta e insignificante esencia mereciera existir. Delante
de la puerta, su corazón latiendo rápidamente, su mente llena de pensamientos
contradictorios, juntamente con sus ansias de poder llenar su alma con la
pureza del ángel que habitaba en ese lugar celestial. Era consciente de que si
habría esa puerta y respiraba el aroma de su pequeña y frágil hermana sería
igual que cuando Eva comió la fruta prohibida, estaba decidido, no le importaba
que su hermana le encontrara allí, no le importaba que ella lo odiara, solo
quería saborear por pocos segundos aquella delicia que no le pertenecía a él.
Su amor incondicional le haría cometer un pecado.
El sonido de una puerta
abriéndose le llego a sus oídos, una voz dulce resonaba por la casa vacía
esperando una respuesta que no llegaba, Alan volvió a la realidad y se dio
cuenta de lo que estaba a punto de hacer, su inconsciente salió a la luz, tenía
que continuar reprimiendo sus sentimientos, como ha hecho durante todo este
tiempo. Vio como una pequeña sombra se acercaba a él, tardó segundos para ver
el rostro de la chica rubia, se estaba acercando rápidamente, en la
mirada de ella se veía la determinación de sus pasos, mientras que él se
limitaba a observarla, en pocos segundos uno estaba delante del otro, Emily le
sonrió y le beso a la mejilla.
-Hola hermanito, ya
llegue, siento la tardanza. –Le dio un golpecito a la espalda y entro en el
lugar más bello y celestial de esa casa fría y oscura, donde hace un momento el chico se disponía a acceder.
Él se apoyó con la
espalda a la puerta mientras estaba temblando sin control, no entendía porque
había reaccionado así, ni tampoco esa obsesión que había llegado a tal limite,
era como si alguien le hubiera dado una poción de amor que hiciera que todo su
cuerpo desconociera esa sensación de inseguridad y de miedo, pero al mismo
tiempo, era hermosa y cálida, solo quería abrazar a esa bella dama, pero la
situación no permitía hacerlo ¿Por qué Dios los hizo hermanos? ¿Dios? No hay un
Dios, si lo hubiera ese sufrimiento y ese amor no estarían. Había tomado una
decisión, esto tenía que terminar.
La chica se encontraba
sentada en su cama, observando sus blancos y destrozados pies, sabía que su
alma estaba en pedazos, y que estaba cometiendo un pecado cruel, pero no podía
evitar que esa soledad la hiciera apenar tanto, en su corazón alguien ha
apagado su luz y ahora reinaba la noche oscura y fría, ella deseaba solamente
la compañía de él, pero a la vez tenía en su interior un deseo ardiente el cual también le provocaba miedo.
En esa casa, se
encontraban dos almas en pena, en busca de un deseo que les consume pero que no
pueden cumplir, solamente quieren entrelazar sus manos seguido de un eterno y
cálido beso que les conduciría al pecado, se encuentran encerrados en la
prisión más peligrosa y tentadora que puede existir.
CONTINUARÁ...