miércoles, 6 de enero de 2016

Maniquí

No es sólo una historia, es algo más, nos enseña la verdadera fuerza del ser humano, y como la vida nos puede llegar a romper y sorprender tanto para bien como para mal. Pero nunca dejes de creer en ti mismo, eres capaz de hacer cosas que ni si quieres crees que puedes llegar ha hacer.

La historia que hay a continuación es real, es más que una historia, es una vida.


"Yo me llamo Eva tengo 55 años y esta es mi historia.

Tengo un diagnóstico de enfermedad de una persona bipolar y ansiodepresiva severa. Todo en la vida tiene un porqué, para llegar a este punto tengo que ir años atrás, no os quiero aburrir, sólo deciros que incluso las personas más fuertes pueden caer.

Ahora de mayor pienso en cuando era pequeña, era la grande de cuatro hermanas, mis padres eran muy humildes. Tuvieron que dejar Barcelona para venir a Reus, porque allí no tenían ningún futuro, y el primer lugar donde fuimos a vivir era una caja de cerillas que estaba ubicada en la C / Extramadura nº 1 del Barrio Fortuny, Reus. Dentro de nuestras posibilidades eramos felices, porque mis padres lo poco que tenían siempre lo daban a sus hijas, pero es curioso porque cuando ahora pienso que hacía yo de pequeña no me puedo acordar, sólo recuerdo cuidar de mis hermanas, mis padres siempre me ponían como ejemplo, pero nunca me preguntaban cómo me sentía, y yo me limitaba a vivir en mi propio mundo.

Una de las partes más dolorosas de mi vida fue cuando mi padre le diagnosticaron cáncer en el cuello, cuando yo escuchaba lo que decía el médico, en mi interior pensaba "Este tío es tonto", y continuaba escuchándolo como si aquella historia no fuera conmigo. Empezamos casi día sí, día no a ir a Barcelona, ​​donde le hacían radioterapia, en aquellos tiempos la oncología no estaba tan avanzada como ahora, y cada vez que volvía de Barcelona, ​​venía con la mitad del cuello completamente quemada, así se pasó unos dos meses, hasta que los médicos decidieron que no tenía suficiente con este tratamiento y que tenía que pasar a la quimioterapia. Yo entonces tenía 26 años, tenía una venda en los ojos. Yo decía a todo el mundo que mi padre no se estaba muriendo, mi madre y mis hermanas se encerraban en una habitación y lloraban, cuando yo llegaba del trabajo no entendía porque lo hacían, además mi padre me esperaba cada noche para que le hiciera los cuidados, poco a poco fue perdiendo la voz, le salieron llagas en la boca, no comía y quizás era una especie de cuerpo sin alma. Un domingo por la noche (justamente al día siguiente tenía una sesión de quimioterapia) se puso muy grave, y tuvimos que llamar a una ambulancia, lo ingresaron en el hospital, y los médicos decían que no pasaría de aquella noche . Para mí aquello no era real, era como si estuviera viviendo una pesadilla y no era nada consciente de la realidad. Me senté a los pies de su cama, y ​​mi madre estaba en una silla, yo me iba durmiendo a ratos, hasta que mi madre me dijo "Eva despídete  de tu padre, porque ya está llegando a su fin", y efectivamente así fue. Por mi cabeza pasaron cincuenta mil cosas, y mil preguntas ¿Qué debía hacer? Tenía que llamar a las mis hermanas, a mi familia, las palabras no me salían cuando tenía que decir que mi padre había muerto. Recuerdo el cuerpo de mi padre sin alma estirado en la cama de nuestra casa (en aquella época se podía, porque se decía que velaban al fallecido), y comenzaron a llegar los familiares, y como la casa era muy pequeña, y como todos no cabíamos, tuve que ir a dormir en casa de mi abuela, pero antes de irme mi madre me dijo que cogiera el traje negro que hay en la habitación donde se encontraba mi padre, pero tuve miedo, mucho miedo, no pude entrar a coger el vestido y me fui.

Esa noche soñé y vi claramente mi padre tal y como está en la fotografía de cuando se casó, guapo, joven, lleno de vida, y me preguntó "Eva ¿De que tienes miedo de mí?", Y esto es todo lo que recuerdo, sólo sé que al día siguiente (el día del entierro), fui a mi casa, entré en la habitación donde estaba mi padre muerto, cogí el vestido negro y le hice un beso porque parecía que estuviera dormido.

Pasó el tiempo, y de repente me di cuenta de que toda mi familia daba por supuesto que yo HACIA el papel de padre, estuve pensando que yo no sabía hacer de padre, sólo había visto como actuaba el mío, era un hombre muy autoritario, pero a la vez un trozo de pan, y nos hacía reír mucho, pero de todo esto, sólo me quedé en la parte de ser una persona muy dictatorial y me convertí en algo que yo no definiría como persona humana.

En 1986 no hubo una única muerte, se fue Antonio (mi padre), y junto con él también Eva, a partir de entonces para mí sólo exisitia trabajar, estudiar, cuidar de toda mi familia, como ejemplo de todo esto que estoy diciendo es el siguiente: en 1992, mis dos hermanas pequeñas decidieron casarse con un mes de diferencia, y yo tuve que mover cielo y tierra para conseguir el dinero, sola, sin la ayuda de nadie.

Al cabo de tres años nació una niña, una de las personas que más quiero en esta vida, y como era un sargento, me auto proclamé madrina suya, hasta que el año 2000 nació mi segundo tesoro, aquellos cinco años de diferencia fue una de las partes más felices de mi vida, porque yo no lo sabía, pero todo el amor que llevaba dentro y no podía dar a los demás lo evocaba en aquella niña pequeña, ya que ella sí que era capaz de hacerme sentir algo dentro de mi corazón de piedra. Cuando estábamos solas, salía de dentro de mí una ternura que nadie, ni yo misma, sabía que tenía.

Toda persona en su vida tiene un límite, al igual que una batería de coche, la pones a cargar, y sino la desenchufas, lo más probable es que esta batería explote, y eso es lo que me pasó a mí".


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